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Cuando escuchamos la palabra Autonomía queda grabado en nosotros la capacidad que tenemos para tomar decisiones y el poder realizar actividades acordes a nuestros gustos, deseos o condiciones personales. Pero también, implica la posibilidad de regularnos, detenernos y motivarnos ante diversas condiciones sociales.

Esta facultad que tenemos como adultos, es un ejercicio de razonamiento entre el deber ser, coordinado con lo que me gusta o quiero. Y de esa forma se hace un equilibrio que funcione en mi persona. Kohlberg menciona que esta facultad es un ejercicio de aplicación de normas con orientación relativista. La aplicación de normas a mi vida de forma relativa, se inicia aceptando que estamos influidos por factores externos, por ejemplo una organización social o las reglas de una institución. Y por el otro lado, requerimos reconocer que nuestra individualidad requiere siempre de cuidar nuestra integridad física, moral o psicológica en independencia a la sociedad o instituciones a las que pertenezcamos. Por lo que se tiene que adoptar de forma relativa las imposiciones sociales para salvaguardar la integridad física o moral y así ejercer mi Autonomía.

Por ejemplo, se nos puede exigir que sacrifiquemos a nuestro hijo para adorar al dios Tláloc. Cualquier persona es su sano juicio (en este siglo) realizará el ejercicio de “¿Debo sacrificar a mí hijo? ¿Será lo mejor para mi hijo? Acaso esto ¿es lo mejor para mi familia? Entre otros cuestionamientos y tal vez concluyas con tu Autonomía en un rotundo NO… Y que mandes a freír espárragos a Tláloc. En este caso extremo, se aclara la facultad de autonomía de pensamiento que tenemos. Existen Instituciones religiosas, laborales, académicas o la misma familia que exigen conductas ciegas que atentan contra la autonomía de las personas.

Otra forma de ejercer nuestra autonomía personal se da cuando nos aplicamos la norma de “comer bien” en función de un consenso entre lo que dicen los especialistas o los comerciales de la televisión, por un lado y por otro, lo que a mi parecer debería, lo que me gustaría y lo que me funciona. Los especialistas te podrán dar muchas recomendaciones sobre lo que requieres desayunar o con lo que requieres condimentar tus alimentos (por ejemplo usar sal rosa del Himalaya). Sin embargo, el día de hoy no lo has hecho, saliste al trabajo sin desayunar y por ello, estamos dispuestos a optimizar los tiempos en el trabajo para comer algo rápido antes de la hora del almuerzo. En este ejemplo aplicamos la autonomía de dos formas, al elegir el tipo de desayuno y cuando introducimos comida al centro de trabajo bajo un camuflaje, para que pase el filtro de seguridad.

La Autonomía se puede convertir en tu peor enemiga. En algunos casos podemos con ella infringir normas y provocarnos pequeños o grandes problemas. Por leves que sean. Por ejemplo: la autonomía aplicada a la puntualidad. Imagina que entramos a las 7 y aprovechamos los 10 min de tolerancia para llegar 7:10 y terminamos entrando a las 7:11. Otro ejemplo sería que aplicamos la autonomía para abrir galletas en espacios donde se prohíbe por higiene. Esto de utilizar la autonomía para diluir la autoridad o el deber ser, es muy frecuente. Un último ejemplo para que se considere con qué frecuencia aplicamos la Autonomía para infringir la ley, son los llamados robos hormigas en los supermercados, la corrupción o estacionarnos en espacios destinados para personas especiales.

Resumiendo, la Autonomía es la facultad racional que tenemos para mediar nuestros deseos con las exigencias sociales del Deber Ser. Fundamenta nuestra independencia, nos permite pensar fríamente sobre lo que me exigen y lo que me gusta, deseo y funciona en mi persona. Es importante porque fundamenta la libertad de acción, de pensamiento y la toma de decisiones.

Actualmente, el reto de la autonomía es ejercer la independencia personal en medio de las normas sociales dictadas por una cultura consumista y de exigencia laboral. Los adultos pueden ejercer con mayor frecuencia su autonomía para beneficio personal o profesional. Para ello requerimos dejar de asumir que ser adultos y generar dinero es sinónimo de autonomía. Lo que en realidad va hacer que tomes mejores decisiones y ejerzas mejor tu libertad es la autonomía emocional y de pensamiento. Que son facultades que están lejos de la autonomía económica.

Un sencillo ejercicio para identificar que tan frecuente aplicas tu Autonomía es que reconozcas en cada uno de los ámbitos de desarrollo (escuela, trabajo, profesión, pareja, familia, amigos) si juegas como delantero de futbol o como el defensa del equipo. Por ejemplo, en el desarrollo profesional. ¿Juegas como delantero o defensa?, para aclarar esto define ¿qué hace el delantero del equipo de futbol? Bueno el delantero, busca oportunidades para anotar gol, hace jugadas para conseguir anotar, interactúa con otros integrantes para asegurar el gol, busca oportunidades… y ¿Qué hace el defensa? Detiene los balones, asegura la portería, cubre a los que llegan a su cancha…

Entonces para tu desarrollo profesional ¿Buscas oportunidades?¿Haces tus mejores movimientos para anotar?¿Interactúas con otros para asegurar el gol? Reflexiona y puedes comentarnos en nuestra página lo que dedujiste.