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La salud mental deber cuidarse desde la infancia, procurando mantener un óptimo estado de bienestar y funcionamiento psicológico en niños y adolescentes. Hay que recordar que es en esta etapa, en donde se adquieren las bases de los aprendizajes y competencias para un óptimo desarrollo integral. En la infancia, la salud mental incluye el sentido y desarrollo de la propia identidad, la autoestima, la calidad de las relaciones que existan en su familia y sus compañeros, su capacidad para aprender y cómo utilizar todos estos aprendizajes y los que le ofrece el ambiente para enfrentar los retos de la vida.

Existen algunos mitos respecto a la infancia, que pueden influir en la atención que se le da a la salud mental en esta etapa, por ejemplo: los niños no tienen de qué preocuparse, ellos no se dan cuenta de los problemas familiares o de pareja, los niños son exagerados, justificar las agresiones o conductas violentas como cosas de niños, pensar que los niños hacen cosas para llamar la atención, etc. Y son mitos, porque pueden darse por hecho, pero no son reales. Los niños son sumamente perceptivos y pueden darse cuenta de lo que pasa a su alrededor, quizá no tienen la madurez para comprenderlo, pero si para percibirlo y esto puede ir afectando su tranquilidad y seguridad.

Actualmente, derivado de la situación que se está viviendo por la pandemia, el encierro, las clases en línea, incremento de conflictos familiares o de pareja, desempleo de los padres, etc. la salud mental de los niños y jóvenes puede verse afectada y si no nos detenemos a observarla y detectarla pudiera complicarse, generando preocupaciones, depresión, ansiedad, angustias, miedos, irritabilidad, etc.

Existen algunas señales de alerta que se deben tomar en cuenta, en los niños y jóvenes, que pueden ser indicadores que algo no esta bien con su salud mental, tales como:

o Irritabilidad la mayor parte del tiempo
o Preocupaciones constantes
o Dolores de cabeza o estómago sin causa aparente
o Pesadillas recurrentes, dificultad para expresar pensamientos y sentimientos
o Dificultad para relacionarse con lo demás
o Aislamiento
o Presentar pérdida de interés en las cosas que antes le gustaban
o Dormir mucho o presentar dificultades para dormir
o Preocupación excesiva por el peso y no querer comer
o Comenzar con autolesiones
o Presentar conductas arriesgadas con amigos
o Manifestación de ideas suicidas
o entre otras.

Por lo que se hace necesario observar a nuestros niños y jóvenes para identificar cambios en su comportamiento y preguntar a otros adultos que interactúan con el niño o adolescente a cerca sus conductas o cambios observados, como lo son sus maestros o familiares cercanos. Esto les permitirá ampliar su repertorio de pensamientos, enriquecer sus funciones intelectuales y cognitivas, mejorar su desempeño integral en la escuela. Se fortalecen los sentimientos de optimismo y esperanza, incrementa su capacidad para disfrutar de las actividades que realizan, tienen mayor sentido de pertenencia a los grupos en los que forman parte, desarrollan estrategias efectivas para manejar la adversidad y el fracaso, entre otros.

Gran parte de la responsabilidad del cuidado de la salud mental de niños y jóvenes, depende de los adultos que lo rodean.